Francisco Pereira Por Susana Benko

Las esculturas que conforman la serie titulada Bípedos, del artista y arquitecto venezolano Francisco Pereira (Caracas, 1959) se sustentan, como su nombre lo indica, en la representación híbrida de cuerpos pertenecientes al mundo animal y humano.

Su obra se enmarca en el género fantástico tomando como punto de partida, paradójicamente, la observación veraz de aspectos anatómicos de los cuerpos de los seres que representa. Además de dominar su oficio como escultor, Pereira tiene un conocimiento profundo de las anatomías animal y humana, por lo que puede alterar la lógica corporal y crear un nuevo ser de condición híbrida por medio de esculturas vaciadas en bronce. No solo une cuerpos de distinta procedencia, sino que todas estas nuevas criaturas presentan una naturaleza alterada al ser transformadas en bípedos.

Esta condición “humanizada” –por esta capacidad de caminar en dos patas– ficticia y a la vez tan real caracteriza a las dieciocho piezas que conforman Bípedos, serie expuesta en la Galería D’Museo, en Caracas, en octubre de 2013. El estudio parte sin duda del estudio del natural para crear estos animales de invención. Da muestras tanto de su dominio del medio escultórico (volumen, técnicas de modelado y vaciado al bronce, etc.) como de su capacidad de observación de las formas naturales, representadas de manera fidedigna y detallada. Todo ello da lugar a una nueva figuración escultórica, conceptualmente sólida, al punto que su obra es motivo de análisis en el campo de la simbología y el psicoanálisis.

El proceso de evocación y asociación de ideas que esta serie suscita tiene, para Gerardo Zavarce, curador de la exposición, un importante punto de partida: la imagen del Arca de Noé en la pieza titulada El viaje. La referencia es explicita pues el artista ha realizado una barca tripulada por los mismos animales (y ella misma, podría decirse, es transfigurada en animal). El viaje a los orígenes de la especie parte del relato bíblico pero se “narra” de manera trastocada, pues como escribe en el catálogo la psicoanalista Carolina Chirinos, Pereira “ha quebrantado lo establecido, se ha reñido con el orden natural de las cosas”. La pregunta es: ¿cómo preservar la pureza de las especies sin caer en los instintos primitivos propios del animal? Esta reflexión, más que biológica, devela una condición psíquica que subyace en el ser humano. El escultor la encara con estas piezas reconociendo –tal como ha declarado– que este bestiario resulta de un proceso de humanización que se manifiesta en la condición bípeda de las criaturas, y en ello “coexiste una tensión de opuestos: la conciencia y la inconsciencia”. Esta tensión es, en el fondo, un proceso psíquico profundo y únicamente humano.

Transformar animales en bípedos tiene para Pereira otra importante significación: son las extremidades inferiores las que lo conectan a la tierra y, por tanto, a su condición primitiva, mientras que el cuerpo se eleva, como él señala, a los “misterios de la espiritualidad”. Esta conciencia de lo dual es la que encarnan bestias tales como el Bitoro, la Bicierva, la Bicabra, el Bipardo, la Bicerda, el Biceronte, entre otros. Este bestiario, por otra parte, alude, como señala el artista, a procesos mentales similares a los del niño cuando en su fantasía genera monstruos. Son criaturas, por tanto, vívidas que introducen sentimientos disímiles en el espectador desde el momento en que éste se confronta con el hibridismo, la alteración y la transformación de las especies viéndose a su vez reflejado por su misma condición bípeda.

Los bocetos y las anotaciones del artista, hermosos en sí mismos como dibujos de papel, registran su capacidad de análisis de las formas y su conexión con las ideas. En estos dibujos se encuentran anotados pensamientos que complementan el sentido simbólico y espiritual de cada una de las piezas. Muchas de estas asociaciones derivan de su fascinación por obras referenciales de la historia del arte universal que le sirven de soporte, tales como las de El Bosco (pensemos en El jardín de las Delicias, El juicio final y La nave de los locos), pinturas de Dalí, quien altera personajes y los enmarca en paisajes surrealistas, y Gaudí, con su arquitectura neogótica y orgánica, llena de “ventanas huesudas”, como las describe Pereira. Esta selección no es azarosa. Hay una clara conexión entre el escultor y estos artistas que trabajan indistintamente la fantasía con la realidad. Mención especial tienen los bestiarios usados en la arquitectura gótica medieval.

Además de dominar el medio, Pereira ha otorgado a la escultura solidez conceptual, convirtiéndola en una experiencia visual –y emocional– capaz de generar ideas, asociaciones y sensaciones diversas en el espectador. Con Bípedos, Francisco Pereira consolida una interesante obra escultórica y abre un nuevo capítulo de la figuración en Venezuela.

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